LÍMITES Y OLVIDO

Anna Ajmátova fue una importante poeta rusa nacida en 1889. En su época destacó por su gran originalidad y personalidad arrolladora, pero su talento fue silenciado y censurado por las autoridades estalinistas, pues reprimían todo tipo de muestras revolucionarias contra el régimen ruso. Sin embargo, esto no fue un impedimento para la poeta y escribió obras fundamentales como El canto y la ceniza y Requiem. En efecto, hoy estaremos analizando dos de sus poemas y dotándolos de interpretación.



Hay en la intimidad un límite sagrado
Que trasponer no puede aun la pasión más loca
Siquiera si el amor el corazón desgarra
Y en medio del silencio se funden nuestras bocas.

La amistad nada puede, nada pueden los años
De vuelos elevados, de llameante dicha,
Cuando es el alma libre y no la vence
La dulce languidez del goce y la lascivia.

Pretenden alcanzarlo mentes enajenadas,
Y a quienes lo trasponen los colma la tristeza.
¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón
No late a ritmo debajo de tu diestra?


Sin duda es un poema excepcional cuyo contenido alberga las palabras exactas que expresan las ideas de su autora. En concreto, quiere dejar claro que en todo se deben mantener ciertas distancias que no se deben atravesar, unos límites “sagrados”, adjetivo que nos inspira que es algo inquebrantable que no se debe cuestionar. Pero, ¿a quién le puede estar dirigiendo este poema? Si observamos bien, en los dos últimos versos se utiliza la segunda persona. De esta forma, el mensaje del texto se centra en un solo individuo, el cual trató de traspasar las barreras de la intimidad y eso molestó a la poeta. No obstante, lo intentó sin éxito y eso le condujo a la frustración (“a quienes lo trasponen los colma la tristeza”). No pudo coincidir con ella sentimentalmente porque por mucho que se quiera las personas son diferentes y no pueden experimentar las mismas emociones conjuntamente.


Soy vuestra voz, calor de vuestro aliento,
El reflejo de todos vuestros rostros,
Es inútil el batir del ala inútil:
Estaré con vosotros hasta el mismo final.

Y por eso me amáis ávidamente,
Con todos mis pecados y flaquezas,
Y por eso me entregasteis sin mirar
Al mejor de todos vuestros hijos,
Y por eso no me preguntasteis
Por ese hijo ni una sola vez,
Y llenásteis con el humo de alabanzas
Mi casa ya vacía para siempre.
Y dicen que más estrechamente ya no es posible unirse
Y que más irreversiblemente ya no se puede amar...
Como la sombra quiere separarse del cuerpo,
Como la carne quiere separarse del alma,
Así deseo yo que me olvidéis vosotros.


Es evidente que en este caso Ajmátova quiere pedir que la olviden, que le permitan tener paz y tranquilidad. Aún así, este poema es muy cerrado, es decir, no tiene un mensaje ni un destinatario claros. Se le puede buscar múltiples significados, pero en esta entrada lo interpretaremos de esta forma: la voz se refiere a la de Ajmátova, que tiene un increíble impacto e influencia en la sociedad o en sus lectores, al contrario que en el primer poema, que estaba dirigido a una sola persona en específico. En la voz se ven reflejadas las ideas de muchas personas, pero la autora se siente agobiada por no poder cumplir con todas esas expectativas. En este poema expresa ese sentimiento de cansancio y reproche, para que de una vez por todas opten por olvidar su presencia y sigan viviendo sus vidas sin depender de ella ni de su voz.

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